En estos 20 años de experiencia como consultora, hemos podido atender a múltiples empresas de distintos rubros y tamaños, y si nos preguntaran cuál es el mayor desafío que tenemos como consultores, la respuesta sería: conocer y hacer nuestros sus valores, en los distintos procesos que nos encargan.
Desde un proceso de selección y evaluación, donde tenemos que conocer primero a nuestro cliente, su cultura, valores, competencias, planes y así poder determinar de qué manera evaluar a la persona que va aportar y crear valor; ocupar hoy un lugar en una organización no solo implica un gasto, sino va más allá, porque se busca niveles altos de eficiencia, innovación, compromiso, entre otros. Por lo tanto, ese colaborador tiene que “incorporarse o alinearse” a la empresa pasando por un proceso de inducción donde tiene una hoja de ruta que seguir y donde existen expectativas a cubrir de ambas partes, pues son personas que tienen sueños y empresas que tienen grandes ideales.
En este acuerdo, la cultura de la organización juega un rol esencial. Es fundamental, Trabajar con los líderes y hacerlos conscientes de que sus valores y comportamientos definen la cultura en su empresa y que de eso depende el éxito en una organización, al ser la piedra angular para potenciar su competitividad y, sobre todo, para atraer, retener y desarrollar el talento que tanto necesitan.
Hoy nuestra mirada, al evaluar una persona y un líder, no se limita a una evaluación técnica, psicológica o por competencias, ya que la persona es más que eso, lo más valioso a identificar son sus valores; pues ante la pregunta que le hacemos a un directivo, a que debemos priorizar, lo primero que nos solicitan es una persona con valores y que sea congruente con los mismos, que genuinamente le importe las personas, que sea honesta y que para alcanzar resultados siempre evalué el impacto que genera en los otros.
Necesitamos intervenir con una visión más estratégica, desde una mirada holística, que permita comprender la dinámica de las organizaciones y lo que pasa con la vida de las personas que conviven en ella y que desde ese espacio puedan dar lo mejor de sí mismos. Que entiendan en que entorno nació, creció y se desarrolló la empresa y sus líderes. Por lo tanto, no es una simple evaluación la que puede diagnosticar una persona o decir su potencial para generar un desarrollo de carrera o en un curso donde va desarrollar las competencias para lograr los objetivos. Es un proceso profundo y vivencial que requiere sincronizar valores.
Si queremos que las personas permanezcan y crezcan en nuestra organización es necesario promover un aprendizaje continuo, trazar una línea de carrera y un desarrollo que siempre este alineado con lo que la persona quiere, que tengan una evaluación de desempeño con una retroalimentación sincera y compromiso de ambas partes; de lo contrario su aporte solo será de corto plazo, busquemos lazos más largos o compromisos más serios.
Empecemos a involucrar los valores en todos los procesos de recursos humanos, respondiendo y alineándolos a la cultura de cada organización para fomentar desde un inicio el Engagement que redunda en la competitividad y en los altos niveles de eficiencia.
Se hace necesario nuevas herramientas y una escucha activa y profunda con una auténtica vocación de servicio que permita alinear expectativas de ambas partes.
Los clientes tienen sentimientos, valores, sueños y nosotros podemos ser artífices de los mismos.